09 enero 2005

El círculo íntimo de T.C.Boyle, 2004



"it's just what i've said all along -all our behaviours have their antecedents in nature."

[The Inner Circle, T.C. Boyle, Viking 2004, p. 364]

Imagina Norteamérica años 40, imagina un biólogo obsesionado por aplicar el empirismo científico al sexo, imagina la hipocresía y los tabúes de una sociedad que no permite que el rubor se muestre en las mejillas y por último imagina a un joven que se debate entre la lealtad a su patria, la lealtad a su maestro y la lealtad a sus propias emociones. A partir de ahí T.C. Boyle se las ingenia para construir su última novela, The Inner Circle, publicada en el 2004. En su página web el autor nos cuenta por qué retoma en su último trabajo de ficción la biografía del que fuera conocido hacia finales de los años 40 como Dr. Sexo, Prof. Kinsey o Prok como le llamaban los colaboradores de su círculo íntimo, el escándalo que surgió en torno a sus investigaciones sobre la sexualidad masculina y femenina en aquella época, escándalo que aún perdura hoy en día en ciertos sectores ultraconservadores , y de qué forma cambió la percepción sobre el sexo de la hasta entonces puritana sociedad norteamericana. El narrador, la voz que nos conduce por la historia, es la de uno de los colaboradores de Kinsey, John Milk (nombre de ficción), un joven convertido a la causa sexual de su mentor con una fe ciega y ni siquiera un ápice de duda sobre los métodos empleados por Kinsey: vouyerismo desde el interior de un armario, filmaciones de más de mil hombres masturbándose, uno tras otro, en día y medio o la renuncia de la propia intimidad conyugal de los colaboradores transformados en conejillos de indias. En su web podéis leer comentarios del autor y algunos extractos de la novela. También se habla de la película que se va a estrenar este otoño basándose en la vida de Kinsey, con Liam Neeson haciendo el papel del estudioso de la sexualidad humana. Por cierto, en los EEUU el film ha levantado la polémica y una campaña moralista en su contra. T.C. Boyle, en una entrevista que leí no hace mucho de este autor, nos habla de su novela:

“A: One thing I am exploring is what it is like to give yourself over to a guru, to a great leader. The most poignant part of my research was to read the letters of people who would write to Kinsey with their stories. The sadness of those letters is that everyone has emotional problems related to sex. Here they are writing to a total stranger who is not a medical doctor and thinking that this man can resolve the dilemma for them.”


Entregarse a un gurú, a un gran líder, en cuerpo y alma. Con la II Guerra Mundial como rumor de fondo, T.C. Boyle aborda en su novela algo que también es el signo de los tiempos que ahora vivimos: la necesidad de un líder fuerte en el que volcar nuestras responsabilidades, alguien que recomponga nuestras vidas, que nos salve de nuestras propias emociones.

En una estructura narrativa circular (la novela se inicia y termina en el mismo tiempo y lugar) lo que se adivina en cada una de las situaciones y oposiciones que nos presenta Boyle, lo que otorga unidad a la novela y hace que nada en ella sobre, es la hipocresía, la doble moral que invade hasta nuestros rincones más íntimos, nuestros 'inner circles' y que se perpetua aún cuando parece que nos estamos librando de ella. El profesor Kinsey intenta y quizá logra vencer la hipocresía de la sociedad norteamericana frente al sexo, pero al intentar desligar el sexo de cualquier emoción o sentimiento y presentarlo como una mera conducta mecánica entre "animales humanos" está perpetuando otro tipo de hipocresía, mucho más profunda y arraigada: la hipocresía frente a las emociones. En un mundo en el que los sentimientos son tabú, en el que las emociones están proscritas y el rubor en las mejillas es una muestra de debilidad imperdonable (es reveladora la cantidad de veces que se menciona el rubor en esta novela), estos parecen ser el último reducto de libertad y rebeldía que nos queda. Lo que no podemos decir.

He traducido del original en tapa dura un pasaje elegido al azar en el que transcurre una de las entrevistas con fines científicos...espero lo disfrutéis:
'¿Era este su primer matrimonio? Sí. ¿Había experimentado besos prolongados antes de su matrimonio? Sí. ¿Había experimentado tocamientos con un partenaire? Sí. ¿Había estimulado genitales masculinos, había experimentado el contacto boca-genitales, había practicado el coito? Sí, sí y sí. ¿Cuántos partenaires había tenido excluyendo a su marido? Más o menos unos veinte. "¿Veinte?" repetí, intentando mantener un tono de voz neutral. Ella no se acordaba bien, realmente, podrían haber sido unos cuantos menos o incluso podrían haber sido hasta veinticinco y sus ojos se pusieron soñadores durante un breve instante al intentar acordarse. Y sobre el orgasmo: ¿Cuándo fue la primera vez que fue consciente de haber experimentado un orgasmo? ¿Había logrado alcanzar el orgasmo mediante masturbación, caricias, penetración? ¿Cuándo ha experimentado su último orgasmo?.
Y aquí fue donde me encontré otra vez en terreno resbaladizo, porque formulé a esta convencionalmente bonita y seguramente malcriada esposa de catedrático, a esta elegante joya rubia vestida con un gusto impecable la siguiente pregunta: "¿Qué promedio de orgasmos experimenta actualmente?".
Ella se estaba fumando su quinto cigarrillo, y si desde un principio había estado relajada, ahora se mostraba tan cálida y entusiasmada como ningún otro individuo que hubiera entrevistado. Me miró. Me sonrió levemente. Yo había tenido una continua -y poco profesional- erección durante la mayor parte de las dos horas que llevábamos de entrevista. "Oh, supongo que quizás diez o doce". Mi cara debió de reflejar sorpresa, porque pocos de los entrevistados incluso con más altas puntuaciones se hubieran aproximado a esa categoría numérica. "¿Por semana?", pregunté. Y luego, estúpidamente, "¿O es esa una aproximación mensual?".
Ahora era su turno para ruborizarse, tan sólo un ligero enrojecimiento de la carne bajo sus mejillas y alrededor de las ventanas nasales. "Oh, no", dijo ella. "No. Me temo que es al día".'
[The Inner Circle, T.C. Boyle, Viking 2004, pp. 110-111]